lunes, 31 de diciembre de 2007

Eduardo Mendoza se va de El País

No es ninguna tragedia porque las columnas de Mendoza en el periódico de Polanco no eran lo mejor de su producción precisamente. Pero me da pena no verlo el lunes que viene y leerlo como de pasada. Me gusta mucho más en sus novelas. Justo al contrario que me pasa con Juan José Millás, que se luce más los viernes en la última de El País que en cualquiera de sus libros. Supongo que todo se deberá a un cambio generacional, pero a este periódico se le está yendo mucha gente buena. De Mendoza, ese barcelonés que siempre me ha recordado a Maragall, son imprescindibles títulos como La ciudad de los prodigios y La verdad sobre el caso Savolta. También tiene su gracia la trilogía que protagoniza un loco al que un comisario saca del manicomio para que resuelva casos. El primero de la serie se titula El misterio de la cripta embrujada. De Mendoza he aprendido mucho. Y le estaré agradecido siempre.

viernes, 28 de diciembre de 2007

La nueva televisión


Lo decían en la facultad y parecía una profecía utópica, elitista y casi estúpida. Decían que la televisión pública del futuro, como nuevo negocio regenerado a partir de la inquietante oferta de las privadas, se convertiría en un cajón desastre en el que cabría todo lo que las privadas no quisieran emitir por falta de rentabilidad. Algo de eso hay, pero hay más. Resulta que la bazofia televisiva, o lo que a mí me parece bazofia televisiva, no es cosa sólo de las públicas, sino muy especialmente de las privadas. Quiero decir que la emisora que no tenga un programa basura (entiéndase el adjetivo en el sentido general que se le da) que tire la primera piedra. Por todas partes amenazan los programas que simulan el cotilleo barriobajero de quienes quieren aprender a cantar o a bailar y terminan enrollados; de quienes se quedan aislados en un plató para descubrir al respetable los vicios y las miserias de la duración; o de quienes (y esto ya es el colmo) se quedan sin hacer nada (nada interesante, claro, ni digno de mención) y sólo por eso ganan o pierden concursos que duran meses. El caso es que la televisión ha sido definitivamente colonizada por el cualquiera. El donnadie ha conquistado la pantalla, aunque esto no pueda decirse así, sin más, porque parece que uno va contra la democracia. Ya se sabe que el sentido de la democracia ha sido prostituido hasta puntos inimaginables y aquí todo lo que el pueblo demande a gritos es democracia.

Ya sé que mi reflexión no sirve para nada. Pero tengo derecho a hacerla, sobre todo después de enterarme de que echan de TVE a Antonio Gasset, aquel presentador de mirada sarcástica y adormilada que apuntillaba a diestro y siniestro hasta que sus superiores lo llamaban al orden. Presentaba a horas intespestivas Días de Cine y ya no lo hará. Al menos en la cadena pública de todos los españoles, que, según los superiores, prefieren ver bailar a Carmen Sevilla y a otros frutos maduros del tardofranquismo engañabobos. Es lo que hay. Del sabio "pan y circo" romano hemos avanzado al GH español, en ediciones que superan récords de audiencias y negocios a posteriori que siempre terminan en portadas con despolatadas. Está bien. Ya no se sabe si fue antes el huevo o la gallina. Si la gente consume porque la televisión aprieta o la televisión aprieta porque la gente no para de consumir. El caso es que gente inteligente como Antonio Gasset no tiene sitio en TVE. Tendrá que pasar por casting. Democráticamente.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Vuestros comentarios

Ya se ha levantado la veda de los comentarios bajo registro. Podéis pasar sin dificultad. Comentad lo que queráis. Gracias.

jueves, 20 de diciembre de 2007

El aborto y la política de las propinas

Si hay algo que no me gusta de los socialistas actuales es su empeño por dar propinas por todo sin ser conscientes de que la calderilla que reparten se la quitan a unos ciudadanos para dárselas a otros. Como los bandoleros, aunque el travase de aquéllos era de los ricos a los pobres y en el caso que nos ocupa se pasa dinero de los trabajadores a otros ciudadanos que se ajustan al perfil que se le antoje al gobierno. Los socialistas dan dinero a las madres por parir, a las madres solteras más aún (con lo que impulsa la pareja sin hechos ni nada, que es mucho maś rentable), a los bachilleres que prometen no estudiar sino lo necesario para pasar de curso con cuatro suspensos, y hasta a los profesores que aprueben a más alumnos, como si costara algún esfuerzo pintar un suficiente o un sobresaliente (casi las mismas letras tienen) en las notas de los golfos. Aquí todo el mundo recibe un plus por obedecer las estrategias gubernamentales. Pero lo que ya no hubiera imaginado jamás es que el presidente de nuestra Junta, el socialista Manuel Chaves, prometiese ahora también una propina a los médicos que no tengan escrúpulos para practicar abortos. Qué rudo me pongo, por favor. Así no lo ha dicho nuestro presidente, sino que habla de establecer "unidades singulares específicas" (¡no entiendo la confluencia de ambos adjetivos en el mismo sintagma nominal!) y de "incentivos a los médicos que no aleguen objeción de conciencia", que son muy puñeteros estos profesionales que todo el día están con lo de la conciencia, como si la conciencia cotizase en bolsa ni ná.
A raíz de los alarmantes casos de abortos en clínicas de Madrid y Barcelona, a los socialistas se les enciende la lamparita de su ideario para proponer lo de siempre: si de todas formas van a abortar, regulemos el aborto más allá de los tres supuestos existentes, que ya están muy anticuados (violación, malformación de la cría, peligro de muerte para la madre, todo con sus respectivos plazos). Zapatero, vapuleado por algunos medios incluso afines, se da cuenta de que no se puede sacar de la manga una regulación legal en este sentido tan serio a menos de tres meses de las generales y zanja el asunto para después. Y entonces sale Chaves, que es presidente del partido y puede decir lo que quiera, para anunciar esto de los abortos en la sanidad pública y las propinas a los médicos que no pongan impedimentos, pues se trata, dice el presidente andaluz, "de los derechos de la mujer a su salud sexual y reproductiva". Ni entiendo lo de salud ni lo de unir aquí sexual con reproductiva, cuando la política moderna nos ha enseñado siempre a diferenciar ambos conceptos. En cualquier caso, la conceputalización se queda ahí; nada se argumenta del derecho no ya a salud, sino a la vida del bebé, y mucho menos de los facultativos a no contribuir con determinados asesinatos y seguir cobrando lo mismo que sus compañeros que sí lo hagan. Debe de ser porque el aborto, como dijo en su día el gran filósofo Julián Marías, se ha colado en los valores de la sociedad moderna como algo tan natural como la pastilla anticonceptiva o el ADSL, herramientas de andar por casa. Quienes lo tendrán interiorizado serán los médicos de esas clínicas barcelonesas que metían al sietemesino recién abortado en una trituradora para hacer cremitas hidratantes. Deberían pasarse ahora a la sanidad pública para incrementar su salario.

martes, 18 de diciembre de 2007

Lewis Hamilton ya no tiene carné

Al corredor de Fórmula Uno que tanta bronca ha protoganizado en el equipo que compartía con nuestro paisano Fernando Alonso lo ha pillado la gendarmería francesa en una autopista al norte del país galo como si estuviera en el circuito. El niño Lewis, emocionado con su Mercedes, se puso a 196 kilómetros por hora, nada para lo que acostumbra. La diferencia es que la autopista no es un juego ni un deporte que le haga ganar millones de euros. Así que le han retirado el carné de conducir y le han hecho pagar 600 euros. Lo que no sabemos aún es si podrá conducir dentro del circuito, pues un piloto sin carné... puede levantar sospechas. Y dar peor ejemplo aún. Ya asistimos a demasiados casos de conductores sin carné que se creen pilotos. Ahora hemos sido testigos de un piloto con carné (hasta ayer) que se creía conductor. Las cosas hay que demostrarlas en su contexto. Algún francesito presumirá ahora de tener a Hamilton de compañero de autoescuela. Aunque no sé si haría bien en presumir.

lunes, 17 de diciembre de 2007

El agua que bebemos

El líquido elemento, que diría algún locutor ignorante y cursilón de mi pueblo, es el 70% de nuestro cuerpo y es además elemental para vivir. De modo que deberíamos cuidarnos bien del agua que bebemos. Deberíamos, digo. Pero, ¿cómo? Bebemos el agua que nos dan o, mejor, el agua que nos dejan comprar; en el grifo vía factura o en el súper vía botella. Alguno podría pensar, en un arrebato de ecologititis, que lo mejor sería bajar a beber el agua de los ríos, como los personajes salvajes y líricos de las bulerías flamencas. Pues craso error también, porque resulta que "en los ríos urbanos hay más cocaína que ibuprofeno", según señala un entendido en la materia, Damià Barceló, un químico del CSIC que acaba de recibir el Premio Rey Jaime I 2007 a la Protección del Medio Ambiente. Y ya se sabe que, en nuestro país y a estas alturas, todos los ríos son más o menos urbanos. Lo peor no es la cocaína, resultado de que España está a la cabeza del consumo de esta sustancia en el mundo, sino los antibióticos, cuyos vestigios pasan incluso a los tomates que les echamos a la ensalada. Ensalada sana, y una porra. Para rematar la sorpresa, resulta también que todos estos restos espeluznantes son más probables de encontrar en el agua embotellada que en la del grifo, pues ésta pasa por muchos tratamientos que la hacen más pura aún que la que pasamos por caja y luego supone un engorro contaminante por el envase de plástico. Dice Damià en una entrevista que le hacen en el diario Público que "lo importante es que la gente no se asute". Pues mantengamos la calma. Y la sed.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Lectores

La lectura o la escasez de lecturas se viene convirtiendo desde hace años en un problema creciente, sobre todo en una sociedad que considera el hecho en sí un capricho de culturetas y no una merma para la competencia integral de las personas. Se piensa, en general, que leer poco no es tan grave en una sociedad que llaman del conocimiento y que está superpoblada de pantallas. Se piensa, grosso modo, que no es tan traumático que un chaval no lea porque, a fin de cuentas, tiene fuentes alternativas de información, verbigracia la red Internet o la televisión. Pero esto no es así. Leer es imprescindible para que germine en el joven su capacidad de abstracción, de selección y, en última instancia, de inteligencia en grado sumo. La cultura de la imprenta, al fin y al cabo, no está tan reñida con la de los ordenadores como podría pensarse, pues la mayor parte de la información que se ofrece en la red de redes es textual. El lector (entiéndase ahora a grandes rasgos) que no sea competente ante las páginas de una novela o de un periódico impreso tampoco lo será en el maremagnum de las ventanas digitales. Leer nos proporciona capacidad de síntesis, de crítica y de aperturismo hacia el conocimiento total, pues una causa transversal del desconocimiento y la incultura generalizados radica también en la pereza que les produce la lectura a la juventud. Habrá que entusiasmar en las escuelas y en los institutos, pero los profesores necesitamos imperiosamente una complicidad por parte de los padres, y que sus castigos no consistan en no ver la tele para mandar a sus hijos a leer en el cuarto. Leer no puede ni debe ser nunca un castigo, sino un placer y una ventana a infinitos mundos posibles. Esto último que digo puede servir para que los lectores asientan con la cabeza, pero es necesario que se lo hagamos creíble a los lectores alfabetizados pero no competentes.
José Antonio Millán, que fue el creador del Centro Virtual Cervantes, insiste en que la lectura es la llave de la sociedad de la información. Sobre todo porque "la herramienta estrella de ésta, la Red, es básicamente textual. Y anárquica. La discriminación de los contenidos corre por cuenta del usuario, que difícilmente sabrá distinguir lo superfluo de lo imprescindible si no entiende lo que tiene delante. La lectura detenida, la que se hace en los libros, es la que más forma la capacidad de extraer información de manera eficiente", sostiene Millán. "Los que no tengan esa capacidad quedarán fuera de la sociedad. Según un estudio del National Endowment for the Arts de Estados Unidos, los estudiantes menos familiarizados con la lectura son también los que peores notas sacan en matemáticas.
Otro debate para el entusiasmo de la lectura es, en el sistema educativo, el de las obras canónicas y las no canónicas. ¿Es adecuado que un adolescente se enfrente a El Quijote o El Lazarillo o sería mejor que devorase novelas juveniles de Sierra i Fabra? Tal vez, como dejó dicho Aristóteles, en el medio está la virtud, y la función de los educadores esté en calibrar lo justo en cada momento, en saber entusiasmar a los chavales con las clásicos y con los modernos, con la vieja Celestina y con algún personaje de Cortázar por igual. Difícil tarea en una sociedad con tanto fluorescente bobalicón.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Maquiavelo en pelotas

La noticia ha recorrido el primer mundo, el que ya no se conforma con subirse a los aviones, sino que además exige un epicúreo plus de carnaza azafatil. Ya lo sabrán: Raynair, una compañía de vuelo, vende almanaques con sus señoritas azafatas en paños menores. Pero no se escandalicen: esto no es machismo ni mobbing ni un atentado contra la dignidad de la mujer. Esto es simplemente un proyecto simpático que se les ha ocurrido a las propias azafatas con la sagrada e intocable excusa de la modernidad: los fondos son para una ONG. Ah. Con las ONG hemos topado. Como la idea es de ellas mismas y los fondos son para una causa noble, ya no pasa nada, claro. O sea, que yo, pasajero, me acomodo en mi sitio, compro uno de estos calendarios para el año que entra, lo miro y lo remiro y luego me fijo en la azafata que me ofrece caramelos. Y no pasa nada. Ella es una digna trabajadora y el almanaque un artificio para una buena causa. La máxima maquiavélica de que el fin justifica los medios se critica unas veces y otras no, en función del interés de cada momento y de los pareceres de los predicadores posmodernos. Uno no va a escandalizarse, pero tampoco se va a dejar engañar. Estos calendarios con las azafatas a cien son un atropello a la dignidad de todas las azafatas y, por extensión, de la mujer en su conjunto. El fin puede ser ayudar a los niños pobrecitos de no sé dónde, pero en el medio se pisotea a la mujer como oscuro objeto de deseo sexual. Si unas cuantas mujeres se dejan no quiere decir que la idea sea fenomenal. Para defender unas cosas no hay que machacar otras. Aunque luego vengan los curas guapos del Vaticano haciendo lo mismo. Alguien debería contarles a los niños beneficiados de estas campañas cuando pase tiempo que un día recibieron un dinerito porque unas azafatas se convirtieron en iconos sexuales para regocijo del mercado.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Flamencos (III)

A Miguel Poveda lo conocí personalmente en 1999, si no recuerdo mal la fecha. Vino a la casa de la cultura de Los Palacios para dar un concierto al que no asistieron más de 40 personas, la mayoría cabales o no de la peña local El Pozo de las Penas. Yo, que entonces trabajaba para la radio-televisión municipal, tuve el privilengio de hacerle una entrevista para la tele y, de paso y como todo quedaba en casa, presentarlo ante aquel reducido público. Me pareció genial, no tanto en sus respuestas más o menos consabidas como en su grito mesurado de flamenco catalán. Algunos años después, se hizo famoso; yo vi su papel en la película La teta y la luna, de Bigas Luna; ha sacado varios discos buenos y es objeto de críticas por entendidos del flamenco. Algunos, como mi admirado Manuel Bohórquez, le echan en cara su falta de duende y que es todo técnica. A mí no me lo parece, sino que más bien creo que se trata de un cantaor que le simpatiza poco a las gentes de aquí abajo por ser catalán, por haber aprendido meticulosamente a cantar y por no dar escándalos de flamenco noctámbulo. A los sureños nos duele en el fondo que un catalán de Badalona venga a cantarnos por lo menos tan bien como si fuera de Utrera o de Cádiz de toda la vida. Desde hace unos años, Miguel Poveda reside en Sevilla. Y, hoy por hoy, es el mejor cantaor que tenemos en Andalucía. Pese a que nos pese.

viernes, 7 de diciembre de 2007

El PP y Pamela

Lo que nunca hubiera esperado de un partido conservador ocurrió hace unos días en mi pueblo: el concejal del PP se enfada porque el Ayuntamiento de Los Palacios, gobernado por el PSOE, no apoye suficientemente a dos peluqueras que participan en el lamentable formato de Telecinco llamado Gran Hermano. El titular más sorpresivo es que "el PP ve en Conchi y Pamela [así se llaman las gemelas] a dos ejemplos de la juventud palaciega". Traga saliva, sí, traga. Lo verá el PP, y espero que ni todo el PP ni mucha gente de mi pueblo. Por nuestro bien y nuestro futuro.
Tuve los arrestos suficientes para ver el programa por la noche. Nada más ponerlo, contemplo en la grabación cutre de una casa maloliente que todo el personal se divierte y se sorprende con la forma de hablar de las dos gachís. Y no porque sean andaluzas, ojo, sino porque ni yo, que soy el primer hablante andaluz, entiendo lo que dicen estas cotorras incultas de profesión peluqueras-limpiadoras. Para dos muchachitas que se han educado sirviendo en la capital y cuyo afán ha estado siempre compartido entre triunfar en la tele, echarse un novio famosillo y conservar las mechas rubias, supongo que importará poco no saber lo que es un "ogro" o no conocer el sinónimo de "pero", es decir, "manzana". Como lo leen. En cinco minutos que estuve viendo la cosa, las gemelas aseguraron no saber lo que era una manzana. "En Los Palacios decimos peros, no manzanas". El PP dice que desempeñan un papel "muy digno" y que están dejando bien el nombre del pueblo. En fin. Aunque las muchachas hablasen correctamente, demostrasen dignidad y no estuviesen todo el santo rato tirándose del escote y de la falda culera, a mí no me alegraría saber que representan a mi pueblo en un concurso televisivo cuyo cometido es ganar audiencia sin escrúpulo alguno, a base, evidentemente, de mostrar imágenes comprometidas y cutremente caseras. Pero es que además, según compañeros de la cosa, son serviles, machistas y marujonas; al parecer, están pendientes de un macho del programa por si el macho necesita agua o quiere una manta. Y allá que van a ellas a reproducir el rol que han conocido de madrecita o amante mojigata. Lamentable. Hasta dudo si borrar lo que ya he escrito. Vamos a dejarlo aquí.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Antonio Ramos Espejo, hijo predilecto de Andalucía en 2006

Antonio Ramos Espejo es mi maestro de Periodismo. De él he aprendido muchas cosas esenciales. Me han pedido una colaboración para un libro-homenaje dedicado a su figura tras habérsele concedido el año pasado las distinciones de Hijo Predilecto de Andalucía y la Medalla de Oro. Lo que puedo decir de él, en resumidas cuentas, es lo siguiente:

La profesión de periodista se ha inflado en las últimas décadas de denominaciones tan variadas como idiotas (comunicador, polemista, presentador estrella, etc.) y de contenidos frívolos que no hacen de la ciencia periodística sino un batiburrillo sin esencia verdadera y en el que caben las más soeces reflexiones y los más ridículos personajes con derecho a voz y también a voto. En este panorama de la comunicación como espacio público en sociedades avanzadas, quedan muy lejos las figuras que representaron el compromiso con la realidad, el altavoz que los más oprimidos necesitaban, el testigo que precisa la historia que no escriben los vencedores. Queda muy lejos la figura del reportero que ve y oye pero no calla, sino que cuenta y cuenta bien. Nos parece remota ya la figura del reportero que es, además de un periodista sin descanso, un excelente narrador. Un ejemplo de este vivísimo reporterismo es Antonio Ramos Espejo, tal vez el último mohicano del periodismo cara a cara en Andalucía. Dejó dicho Kapuscinski que los cínicos no sirven para este oficio. Hoy, está claro que, por desgracia, se equivocó; sirvan o no, lo ejercen muchos de ellos.
Antonio Ramos Espejo, nacido en Alhama de Granada y hecho periodista en las mil y una noches de la aventura andaluza hacia su modernización, tiene historias para escribir muchísimos libros, pero, como impaciente reportero, ha desgranado la mayoría en las páginas volanderas de los diarios, aunque también le haya dado tiempo encuadernar muchas de ellas. Sé que hay recopilaciones caseras de sus primeros trabajos y de algunas crónicas que sustentan la Historia del pasado siglo que empieza a perfilarse. Su nombre crecerá en estima cuando se calibre la verdadera contribución del periodismo a la historia andaluza durante el último cuarto del siglo XX. Entonces podrá asumirse la importancia de haber contado con un reportero a pie de calle, a pie de mar, a pie de campo, que contase las fatigas, las maravillas, las anécdotas y los razones de hombres y mujeres que han luchado desde su trozo de tierra para cambiar el modo de vivirla de quienes venieran luego. La suerte es que en la época de Antonio no habían proliferado aún los gabinetes de prensa que tanta verdad están restando a las páginas de los periódicos, hinchadas hoy de parrafadas propagandísticas, declarativas e institucionales y cada vez más deudoras de historias callejeras y humanamente verdaderas.
La predicada e inalcanzable objetividad no se encuentra con una fórmula que enseñen en las facultades de Periodismo, sino en la honestidad del relato de cada pluma. El reportero es o no objetivo si narra o no con honradez la realidad de que es testigo. Para ello ha de beber de cuantas más fuentes, mejor. Y para beber de fuentes hay que bajar a la calle. No valen los teletipos ni las notas oficiales, pues entonces el periódico se convierte en otro papelajo oficialista más.
Cuando conocimos a Antonio Ramos Espejo, allá por el año 1999, percibimos de inmediato que cualquier tema del periódico que antes nos había parecido ajeno podíamos tocarlo con la mano. Nos explicó el periodismo económico como lo hubiese hecho un tío nuestro hablándonos de la subida del pan. Y entonces descubrimos que el periodismo que habla de economía ha de hacerlo del bolsillo del ciudadano y de la inversión de los empresarios con nombre y apellidos. Trabajamos en las denominaciones de origen de los productos andaluces que degustábamos luego (el jamón de Jabugo, los vinos de Jerez, las frutas del trópico grandino...), en las posibilidades de crecimiento de factorías nacidas al amparo inteligente de algún osado comerciante e incluso en las presiones publicitarias o empresariales que sufría el periódico en el que escribíamos a diario merced a su voluntad: El Correo de Andalucía.
Su trayectoria periodística lo ha llevado por el camino de las rotativas que ofrecen la información nuestra de cada día, desde aquel Diario de Granada, tan de transición como la época en la que respiró y en el que escribieron algunos portentos tímidos y jóvenes como Muñoz Molina, al Diaro Córdoba, que dirigió con mano firme y tinta prolífica durante 13 años. Más tarde dirigió el periódico decano de Andalucía y que hubo de comprar el grupo Prisa con arrogante empeño para demostrar públicamente después que el negocio del periodismo no se gana a golpe de talonario. Por aquel entonces daba ya clases en la Facultad de Ciencias de la Información de la sevillana Puerta Osario. Y ahí fue donde lo conocimos, como un profesor consciente de que las teorías quedaban para otros y de que lo que los alumnos buscaban en él era un referente que viniera del campo de batalla.
Lo encontramos, sin duda, pues Antonio demostró estar en el mundo al llamarnos por nuestros nombres, al bucear en la historia reciente subido en nuestros apellidos para llegar al pueblo de cada uno: tú eres de Écija, tú de Los Palacios, tú de Córdoba, tú de Vélez-Málaga, tú de Pozoblanco, tú de Roquetas, tú de El Andévalo, tú de Linares... Andalucía entera en un aula, representada por nuestras ganas de conocerlo todo. Él nos enseñó y nos ha seguido enseñando hasta hoy mismo la historia reciente del pueblo andaluz, más allá de los reyes que lloraron o de los caciques que nos hicieron llorar. Nos condujo por los cortijos remotos, las huelgas de la desesperación, el terrón del campesinado, los líderes silenciados y hasta por los descubrimientos viajeros de un tal Gerald Brenan que se hizo andaluz de fina cepa.
Tal vez por todo ello no hay intelectual en Andalucía mejor capacitado para contar su tierra como él lo ha hecho en la galardonada serie audiovisual Andalucía es su nombre o para dejar constancia enciclopédica de su riqueza milenaria.
Antonio Ramos Espejo es hijo de Andalucía por haber nacido y vivido aquí. Y es predilecto porque la ha contado como nadie.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Analfabetos con consola

El titular del periódico en el que escribo es hoy tan escandoloso como cierto: "Los alumnos andaluces de 15 años son los que menos leen de toda Europa". En cambio, podría añadir la información, destacan en el uso de los teléfonos móviles, de los ipodes y de las consolas de última generación. Saben manejar todos estos aparatejos sin leer el manual de instrucciones. Menos mal. Los más pequeños parecen haber nacido ya con un gen cargado de información digital, de modo que navegan con una pericia insólita, chatean con maestría y asesinando la ortografía y llevan miles de megas de información pegados al oído. El problema de la educación actual no es de cantidad de información (en tiempo remoto lo fue), sino de gestión y uso de la misma. Aunque los profesores impartiésemos diez horas diarias de clase, nunca podríamos competir, en cantidad, con el ingente número de páginas variopintas que ofrece la red. El problema del alumno tipo actual es su falta de interés y curiosidad y su torpeza en el manejo de la información infinita de que dispone. No sabe asimilar tanta información y acaba saturado y al margen de los conocimientos básicos y estructurales en política, cultura, economía y expresión de todo ello. No leen la prensa ni les interesa; no sienten curiosidad por la política ni por el mundo empresarial y, frente a la tele, son seres pasivos sin capacidad de juicio crítico. Penosa situación para una generación que será gobernada por una élite sin brillo pero con cierta capacidad embaucadora. No leer o no saber entender lo que se lee es una de las carencias más graves que puede sufrir la ciudadanía que se avecina.
Para solucionar esta lacra, no ayudan precisamente ni el sistema educativo ni los cambios de leyes repentinos y electoralistas ni mucho menos unas familias cada día maś mojigatas e hiperprotectoras de sus niñitos de hasta veintitantos. Se dice que se han perdido la capacidad de superación, de esfuerzo, de disciplina. Se dice y es verdad. El sistema educativo se ha encargado de nivelar por lo bajo y sólo parece esforzarse por tapar las carencias formativas de la juventud. Las pruebas de diagnóstico en la ESO son unas pruebas evidentes del paripé referido. La asignatura de Lengua y Literatura, desde donde se supone que ha de fomentarse la lectura principalmente, pierde horas en el currículo. Un ejemplo elocuente: en el COU antiguo, el alumno de Letras tenía cuatro horas semanales de Lengua y otras cuatro de Literatura. Ahora, con el 2º de Bachillerato que lo sustituyó, ya sea de Letras o de Ciencias -conceptos que ya se encargaron de destruir-, el alumno sólo tiene tres horas semanales de Lengua y Literatura juntas. Y el temario es el mismo. Y una porra. Pues eso. Qué vamos a decir más. Y para qué. Con este panorama, cada alumno -individuo intransferible de la masa- deberá preocuparse seriamente de su propia formación. Lo que le interesa a la competencia es que no lo haga.

martes, 4 de diciembre de 2007

Asesinos del asfalto

Los accidentes de tráfico empiezan a constituirse en una de las principales causas de mortalidad en este país nuestro de tanto coche y tanta carretera estresados. Estadísticamente, considerando el número de coches, las prisas de sus conductores, la estrechez de los carriles y la longitud de los trayectos, es lógico que haya muertos un día sí y el otro casi también. Por duro que suene. Pero ese número de víctimas es excesivamente elevado y supera toda previsión estadística, pues los asesinos del asfalto que titulan esta entrada blogera se la pasan por el forro de su nulo escrúpulo humanitario. La carretera es una lotería diaria. Uno sale desayunado, bien dormido, atento, responsablemente dispuesto a encarar varias decenas de kilómetros. Pero uno no depende de uno, sino del azar de encontrar a alguno de estos conductores que siempre tienen más prisa que tú, aunque al minuto lo veas parar en una venta. Estos conductores, que te presionan la retaguardia y hasta te adelantan contando con tu prudencia y tu frenado, son camicaces de la carretera, así que toda persecución que se ejerza contra ellos me parece poca. Estos camicaces, irresponsables, imprudentes y frescos como las lechugas, asesinan más que ETA, más que el cáncer, más que el sida, más que el temporal funesto que últimamente nos azota. La cárcel, poco es.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Flamencos (II)

Ahí tienen en bandeja algunas perlas de Camarón, desde algunas entrevistas insólitas a algunos cantes irrepetibles. También hay momentos mejorables, por supuesto; más aún en un genio tan variable como José Monje Cruz, quien cumpliría mañana, 5 de diciembre de 2007, 57 años de edad. Los cumple, en cualquier caso, porque Camarón no es humano; Camarón es una voz. Una voz que recoge el profundo sentir de la Andalucía trágicamente humana para expresarlo en forma de soleares, bulerías, tangos, fandangos... Él no quiso reconocimientos, sino amigos y vivir la vida, volando, a ser posible. Casi lo consiguió, aunque muchos de aquellos amigos no lo fueran tanto y todavía perdure el sonsonete del morbo de su fallecimiento. Un amigo me decía hace unos días: "Me gusta que alguien se acuerde de José". Nos acordamos, en efecto. Y queremos compartir ese recuerdo, tan vivo como su voz volandera y a flor de piel. Ay.