viernes, 30 de julio de 2010

Profecías


Miquel Barceló, con su primitivismo rupestre a flor de pincel, vaticinó hace dos años desde su Barcelona espiritual la estocada definitiva para esta barbaridad que los ahora magnánimos defensores de la libertad siguen empeñándose en llamar arte. Le encargaron el cartel para la feria de Sevilla e hizo este pinchito negro con los colores de la Nación. Como era esperable, los que entonces tragaron con la obra ya están cacareando lo del nacionalismo separatista catalán, etcétera, etcétera. Cuando una parte de la humanidad da un salto cualitativo hacia su coherente humanización, el resto cacarea por lo común porque la querencia de la costumbre es fortísima.

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