viernes, 29 de marzo de 2013

Un Papa nuevo

Mi última reflexión sobre el Papa Francisco, la más esperanzadora, en tribuna de El Correo de Andalucía:

http://blogs.elcorreoweb.es/tribunas/2013/03/26/francisco-una-esperanza-para-el-mundo/


miércoles, 13 de marzo de 2013

Intriga internacional en latín

Hasta los ateos más recalcitrantes tendrán que reconocer que ningún gobierno del mundo, ni siquiera el de EEUU, crea tantas expectativas a base de intriga como el del Vaticano, con toda esa liturgia de la que es experta la Iglesia de señorones lentos entrando por una puerta y desapareciendo por la otra, campanadas significantes y fumatas negras al cielo de Roma. Hasta el Habemus Papam definitivo -cuya deliberación previa ha tardado históricamente entre tres horas y tres años-, los telediarios del mundo entero tienen sus focos puestos en la Plaza de San Pedro y en la Capilla Sixtina, donde siguen reunidos los 115 hombres más poderosos de la Iglesia Católica Universal, dilucidando no sólo quién de ellos sería el hombre más oportuno para portar en su dedo el anillo del Pescador que ha devuelto Benedicto XVI para volver a llamarse Ratzinger, sino tal vez consultando con el Espíritu Santo qué han de hacer para revigorizar a una institución que podrá presumir de dos milenios de historia pero que no puede hacerlo de un presente abúlico en el que las nuevas generaciones -a menos que sean rebaño pastoreado por el Opus Dei o similares- no se interesan en absoluto por ella. 

Por estos lares, las iglesias están llenas de viejas, y donde acaso se oye algo el jolgorio de cierta juventud es porque resuena también la golosina de un paso semanasantero que cuenta con su propio circo, ajeno a los designios de Cristo y el compromiso con los más pobres y volcadísimo con su propio repertorio de florecillas, trabajaderas y cornetas. Pero la Iglesia en sí, que tampoco se ocupó en su momento de reconvertir a aquellos capillitas en cristianos de fe sino que se conformó con que hicieran bulto en sus templos, como los papás en las primeras comuniones o el gentío en los pésames de los entierros, está de capa caída, con escaso ímpetu y nula capacidad conmovedora si no es allí donde los cristianos representan el 75% del total y donde sus pastores tienen, precisa y paradójicamente, menos cuota de poder. Cuántos cristianos de base, a ras de calle, hay en Latinoamérica y en África y, sin embargo, qué pocos cardenales con posibilidades por allí... He oído por la Iglesia que el mundo no está preparado para un Papa negro. Y me ha irritado la hipocresía insufrible de la afirmación. Después de un presidente norteamericano negro que ya va por su segunda legislatura, ¿quién no está preparado para un Papa negro: el mundo o la propia Iglesia? ¡Qué le importó a la Iglesia nunca la preparación del mundo!

Desde los preparativos del cónclave, se están escuchando nombres continuistas que no arreglarían en absoluto el caos de esta Iglesia que, en palabras del propio ex Papa, ahora emérito, es una "barca que hace aguas por todas partes". Y en este proceso desdogmatizador que inicia justamente el Papa más severo con el relativismo moderno sale nuestro cardenal sevillano, Amigo Vallejo, también emérito, y dice que él ya ha acordado con el Espíritu Santo no salir de Papa. Y por aquí se le ríe la gracia.

Toda la potencia intrigante del proceso elector del nuevo Papa es directamente proporcional a la potencia defraudadora si el nuevo Papa sale con más de lo mismo, más incienso y más enroque sobre sí mismo y nulo aperturismo hacia un mundo que, profundamente defraudado con todos los predicadores, está pidiendo a gritos gestos de buena voluntad, amagos directos para la Salvación de los Pobres que prometió Jesucristo. Sólo si lo consiguiera, y empezaran a recuperar la voz tantos intelectuales lúcidos reprimidos por la Santa Madre, la Iglesia empezaría a tener posbilidades de resucitarse a sí misma. Si no, el desgaste o la reconversión en otra cosa es cuestión de tiempo. Al latín le pasó. Que le pregunten al español, o al italiano.

lunes, 4 de marzo de 2013

Rey de baja

Hay noticias que uno asume de refilón, sin querer leer a fondo para no cabrearse más. Y una de ellas, entrevista en la baraja hiriente de esta actualidad sangrante que nos atosiga cada día, es que el Rey, mientras millones de españolitos a los que una de las dos Españas siempre tienen que helarles el corazón no se dan de baja por miedo a perder el curro, se da de baja no sé exactamente por qué; qué más da, por alguna avería de su real cuerpazo al que ya le hemos pagado tantas operaciones... Se habrá caído cazando o se le habrá corrido la cadera hacia acá o hacia allá. Realmente, el trabajo es el trabajo. Y a los 75 tacos se jubilan ya hasta los obispos. En el Vaticano todo se andará, como se está viendo. Pero nuestro monarca, como se ve, tiene bien puesta su corina, quiero decir su corona... que a estas horas puede uno permitirse un traspiés, como él allá donde lo pongan. Desde que vino de Botswana, sus asesores le pidieron la agenda y se sentaron frente a él, carraspeando, sopesando lo difícil que sería recolocarlo en ese limbo lindo por el que todos, incluso los republicanos convencidos, éramos juancarlistas sin ser monárquicos, que es en este país como nadar y guardar la ropa, como ser progre y hacer la pelota, o mejor, la corte al establishment que nunca falla. No fallaba, hasta que llegó el yernazo, demasiado confiado. La confianza ya se sabe. Los asesores, como iba diciendo, lo tenían difícil. Y encima se complicó lo de Urdangarín, se supo el enfado crónico de la Reina, lo de la amante y el alba del alhelí... en fin. Pero como los asesores son pertinaces, insisto, no desesperaron, y lo pusieron a trabajar como nunca: y pidió perdón por la tele, y viajó con los empresarios, y le echó locuacidad a la cosa, y ni se sentó para soltar su emblemático discurso de Nochebuena a tres cámaras lentas... que los herederos aumentan, le diría Felipe, un suponer. Pero nada ha sido suficiente. Los asesores, que no son tontos -ellos, no-, se lo han jugado todo a la última carta. A este tío hay que retirarlo una temporadita. Y se lo han dicho. Entre dos y seis meses, miarma, a ver si así... Hoy, por lo que se ve, había orden de anunciarlo en los telediarios. Los asesores piensan que no ha sido el mejor día, con el aumento del paro en febrero. Menos mal que nuestro gobierno siempre tiene la explicación: febrero es siempre un mal mes. Lo es.

sábado, 2 de marzo de 2013

Las culpas al gorrión

Con la sinvergonzonería cotidiana que nos va cubriendo desde que comenzamos a no hablar de otra cosa que de la Crisis, así con mayúsculas, uno va comprendiendo mejor aquel refrán que oímos de chico que empezaba por admitir que todos los pájaros comían trigo. Ahora sabemos que no es que todos los pájaros comiesen trigo, sino que la mayoría comía mucho trigo, demasiado, aunque la culpa se la llevase siempre el pajarito más doméstico, más cercano y familiar del que sabíamos hasta el nombre. La confianza da asco era otro de esos refranes que uno empieza a comprender más tarde. Y viene esta reflexión de culpas siniestras e injustas al hilo de cierta melancolía que he empezado a sentir esta mañana cuando leí que una nueva ordenanza contra el ruido del Ayuntamiento sevillano está planeando prohibir que las campanas de las iglesias y los relojes de los edificios públicos den las horas. Es decir, que sacan una norma para luchar contra el ruido y se fijan en las campanas de las iglesias, cagoendiez, y perdonen el exabrupto, pero es que la melancolía se me agrió en malaleche cuando supuse a las campanadas de por quién doblan las campanas y de las iglesias pueblerinas de Juan Ramón y hasta del reloj de bolero al que Moncho le pedía en clave de amor que no marcase las horas como culpables del ruido que nos está volviendo a todos locos. Y eso, perdonen el juego fácil, suena fatal, a cacofonía del peor metal... como todo en este loco mundo en el que nos quieren hacer lo blanco negro y convertir en tonto al que tonto no es.

La cosa puede parecer anecdótica, pues hasta un servidor reconoce el alivio que ha sentido mi pueblo desde que echaron a cierto cura al que llamaban el campanero -aunque el  motivo de que lo quitaran de en medio no fue que tirara de la soga demasiado; por el campanario ya había pasado la segunda modernización de la que él adolecía-, pero una cosa son los casos puntuales y otra la conceptualización general. No es anécdota que culpen de hacer ruido a las campanas de las iglesias en un contexto burlón como el nuestro en el que los ruidos vienen de todas partes y en el que el ruido psicológico -mucho peor- es mucho más ruidoso que el de los decibelios. Hace ruido el tráfico, y la gente maleducada que grita hasta por el móvil; hacen ruido los niñatos de la música ratonera y los vecinos sin consideración; hacen ruido las botellonas tristes y las emergencias falsas de tantos conductores sin porvenir... Pero las campanas de las iglesias y algunos relojes viejos daban el son de cierta vida latente en el corazón de los pueblos y los barrios que todavía representan la vida de verdad, la de las gentes que aún se rigen por un tiempo honesto y no por los minutos falseados de la red de redes, la conversión en kilómetros/hora y la prisa de las urbes sin alma. 

Esta culpa del ruido que pesa sobre las campanas me sabe de la misma forma que la culpa que pesa sobre todos nosotros, gente don nadie, por haber provocado la crisis, a base de antenas parabólicas, 3.000 euros al mes durante tres meses y algún viajecito de más placer del permitido. Hasta que la cosa no ha reventado por sus propias costuras, nadie se iba a figurar que también los banqueros sin escrúpulos, los urdangarines sin límites, los empresarios corruptos, los políticos de cuello blanco y sus amigos de estómago negrucio iban a tener alguna culpa en este saqueo del copón internacional. 

Pero es que todas las acusaciones comienzan por lo más cercano: la de comer trigo, ya se sabía; la de la crisis, se sabe ahora; la del ruido, se está investigando.

  • Este artículo también aparece como Tribuna en la edición del 18 de marzo de 2013 de El Correo de Andalucía